Degradación
por salinización
La salinización es
el enriquecimiento del suelo en sales solubles por encima de los niveles
tolerables por las plantas. Constituye un problema que afecta principalmente a
determinadas regiones de los países mediterráneos caracterizados por un clima
que favorece este proceso (escasas precipitaciones y elevadas temperaturas).
En zonas costeras,
la sobreexplotación de acuíferos provocan un descenso de los niveles freáticos
favoreciendo la intrusión salina. El agua del mar, debido a su elevada
densidad, penetra en los acuíferos llegando a invadir una parte importante de
los mismos. La utilización reiterada de estas aguas salinas para el riego
incrementa la concentración de sales en el suelo, especialmente en terrenos mal
drenados y con elevadas tasas de evapotranspiración. Por otro lado, la
sobreexplotación de los acuíferos situados en cuencas endorreicas y la
contaminación de sus aguas por productos fertilizantes procedentes de la
agricultura también contribuyen a la salinización de las tierras de cultivo
adyacentes sobre las que se aplican.
En las primeras
fases de la salinización se pueden producir serios daños sobre los cultivos por
las dificultades creadas para la absorción de agua y nutrientes o por la
toxicidad directa de alguno de los elementos. Consecuentemente la economía de
las regiones afectadas, por lo general basada en la agricultura frutícola y
hortícola, se ve altamente perjudicada por la reducción del rendimiento de las
cosechas. En fases más avanzadas se produce la destrucción de la estructura del
suelo, inutilizándolo para su uso agrícola tradicional.
La salinización de
los suelos constituye un problema doble ya que por un lado hipoteca el uso
agrícola de los recursos naturales, poniendo en peligro la economía de las
regiones afectadas, y por otro dificulta el abastecimiento de productos
agrícolas exclusivos de estas zonas al resto de los países europeos.
Pero el fenómeno de
la salinización no afecta únicamente a las regiones de clima árido, también
tiene lugar en zonas que se ven afectadas por el hielo durante varios meses del
año, ya que normalmente se recurre a esparcir sal por las carreteras y
aeropuertos para luchar contra el hielo y de este modo mantener abiertas las
infraestructuras al tráfico rodado o aéreo. Una vez que el hielo se funde, la
escorrentía de las aguas arrastra la sal a los cauces, produciéndose la
salinización de los terrenos en los que la pendiente es casi nula o bien se
remansa el agua en ellos.
Aunque no hay datos
precisos sobre el alcance de este problema en 1991 Oldeman et al. (1991)
estimaron que en Europa 3,8x106 ha se encuentran afectadas por
salinización. Un caso importante lo constituye Rumanía donde se calcula que
alrededor de 200.000 ha sufren problemas de salinización como consecuencia de
los planes de regadío establecidos hace 25 años (EEA, 1995).
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